viernes, 26 de septiembre de 2014

Besitos sí, besitos no


Una tarde, paseaba con Amelia en el parque cerca de nuestra casa, cuando vi algo que me puso a pensar: un grupo de señores (tendrían más de 25, y esa ya no es edad para decirles muchachos) estaban en una banca del parque tomando cerveza. Eran cuatro, creo, y platicaban. Uno más llegó, con su hijita de unos cinco años. Él saludó, y le dijo a la nena “andá, dales un besito”, a lo que la nena se negó, pese a la insistencia del padre.

Ya no me quedé para ver el desenlace, pero, como dije, la escena me puso a pensar. Con frecuencia observo que hay gente que le ordena a sus hijos saludar o dar beso cuando ellos no quieren. Digo les ordena, porque cuando son chiquillos, pedirles no basta, como ya lo sabrán tantos padres. Por supuesto que es encantador que un niño te salude con un beso en la mejilla, pero también me parece que la insistencia es peligrosa. O a mí me parece peligrosa porque tengo la intuición de que le enseña al niño que su negativa, su poder de decir “no” a un contacto físico que no desea, no cuenta, no es relevante y no importa, y tiene que hacer lo que se le dice.

Si entienden a lo que voy, me refiero por supuesto al abuso sexual de menores. Soy de las que piensa que definitivamente la prevención es fundamental para proteger a nuestros niños, y creo que la mejor prevención es enseñarle al niño que tiene el poder de decir “no” frente a la solicitud de un contacto físico. Desde luego, no todos los adultos que quieren un besito lo piden porque quieren abusar del niño, pero, ¿cómo sabemos?

Mi Conejita es pequeña todavía, pero ya tiene opiniones bastante fuertes respecto a las demostraciones de afecto: no le gustan demasiado. En lugar de forzarla a besuquear a cuanta persona la chulea, propia o extraña, me parece más razonable respetar esa distancia que ella toma de la gente. Y desde luego, ir enseñándole que si ella dice “no”, es no. Me parece que va a serle útil en la vida.