miércoles, 16 de abril de 2014

Colecho o no colecho


Amelia durmió conmigo, en la misma cama, los primeros cuatro meses de su vida. Un día la sentí dar vueltas como trompo chillador y me dio miedo apachurrarla, así que decidí que era momento de que se fuera a dormir a su cuna. La transición fue bastante pacífica, pues a ella le gusta dormir más bien desparramada, así que apreció el espacio. Sin embargo, todavía despierta un par de veces en la noche, y muchas de ellas termina durmiendo, de nuevo, en la cama con nosotros.

He leído muchas opiniones sobre el colecho (o no), sobre las técnicas para hacer que el bebé duerma sólo en su cama, sobre el desapego que tendría que haber con la madre, etcétera. La verdad, he leído demasiadas opiniones, y me queda claro que lo único que tenemos es eso, opiniones bienintencionadas sobre lo que una mamá, especialmente una primeriza, debería hacer. A fin de cuentas lo mejor que hay es el sentido común y lo que a cada quién le resulte práctico. Apegarse a una u otra postura es, me parece, cuestión de tranquilizar la conciencia, pues, ¿quién sabe el daño que en verdad le hacemos a los hijos si duermen con uno, si lloran en la cama, si les hablas, si no los tocas?

Así que, haciendo uso de mi mejor sentido común, que probablemente no es el mejor del mundo, me parece que esa mitad y mitad funcionan bien. Amelia pasa un rato en su cama y cuando lo necesita, se muda a nuestra cama. Vaya, decir que “se muda” es decir que me levanto a tranquilizarla cada que lo necesita, y cuando lo que necesita es más bien amor y comprensión, entonces la paso a dormir conmigo. ¿Para eso tiene madre, no? En fin que, creo que ya aprenderá a dormir toda solita, sin dar lata por las noches. Así que por ahora la disfruto, y me quedo con la idea de que esto de la maternidad, por muchas opiniones que encuentres, es un camino más bien solitario.

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