jueves, 17 de julio de 2014

Diez cosas que te enseña tu bebé en su primer año


Los hijos son grandes maestros. De eso te das cuenta apenas los tienes. Yo tengo la fortuna de estar prácticamente 24/7 con la mía, que recién cumplió un añito, y esto es algo de lo mucho que he aprendido.

1. El mundo es maravilloso. No sólo porque esa nueva personita está en él: cuando tienes un bebé, tienes una invaluable segunda oportunidad de aprender el mundo. ¡Todo es nuevo para él! Parece que todo les interesa: la música, las texturas, los olores, los sabores, los colores. Mirar todo desde los ojos de un bebé es fascinante, porque parece que están creando el mundo mientras lo conocen. Tu bebé te puede enseñar a revalorar todo alrededor tuyo, si se lo permites. ¡Y te mostrará que es maravilloso!

2. Todo pasa. En su primer año, los bebés experimentan cambios fascinantes, algunos de ellos bastante ingratos, como por ejemplo, el desarrollo de su sistema digestivo. Los cólicos son bastante frecuentes y sufridos, pero al final, pasan. Así también pasan las fiebres, los resfriados, y los días malos. Aunque hay momentos en que parece que la vida te sobrepasa, sobre todo cuando eres mamá primeriza, hay que estar cierta de que todo pasará, eventualmente y en su momento. Hay que tenerlo siempre presente.

3. Sigue tu instinto. Toda mamá, primeriza o no, recibirá una miríada de consejos, solicitados o no, sobre lo que debe hacer con su bebé. Si bien hay cosas que aprendes porque te las platicaron, hay otras que sólo tu bebé y tu instinto te van a enseñar. Identificar cuando llora de dolor, cuando de sueño, cuando de hambre, y cómo reaccionar ante esos llantos, es algo que se aprende en equipo: el equipo son bebé y mamá. Y las corazonadas de mamá, generalmente, están acertadas.


4. Ser feliz es fácil. Puede que la vida de un bebé sea bastante simple: comen, duermen, juegan y cagan. Pero si uno lo desmenuza un poco, la vida de todos, grandes y chicos, es así. El punto es encontrar, dentro de nuestras rutinas, esas pequeñas cosas que nos hacen felices. Un bebé puede ser el más feliz con su muñequito de peluche, con una galleta o con una canción. Y no tiene que hacerse mucho más complicado que eso, sólo que a veces los adultos intelectualizamos demasiado. Fluir es más fácil y nos hace más felices.

5. El tiempo vuela. Y esto en todos sentidos. Un mes, tu bebé es como una masita que se queda acostadito en su cuna, mirando un móvil, y al mes siguiente ya puede estar sentado, jugando con una sonaja, y al siguiente ya se puede tener en pie durante un rato, y así. En este primer año, crecen rapidísimo. Del mismo modo, los días pasan volando: acabas de darle el desayuno cuando ya es hora de almorzar, y luego hay que dar el paseo de las tardes y ya enseguida se tienen que dormir. Eso te puede dar perspectiva: no importa tanto el pasado, ni lo que viene, sino ser testigo de lo presente.


6. La paciencia lo es todo. Ser bebé debe ser un poco frustrante: sabes exactamente qué quieres y cómo lo quieres, pero no puedes hacerte entender como quisieras. Y eso puede volver loca a mamá, sobre todo cuando tiene la sopa en la lumbre, la ropa en la lavadora, el fregadero lleno de trastos sucios y no se ha metido a bañar. Ni modo, hay que tener paciencia, respirar hondo y tratar de resolver lo que sea que esté pasando. Y también hay que tenerse paciencia una misma: ser mamá tampoco es fácil, pero no hay un jurado que esté determinando si lo estás haciendo bien, así que hay que tomárselo con calma y no exigirse demasiado a una misma.

7. No hay nada qué temer. Los adultos estamos llenos de miedos sobre las cosas nuevas, y con frecuencia nos quedamos en nuestra “zona de confort”. Tener un bebé en casa te muestra que en realidad, no hay nada qué temerle a la novedad. Ellos están en una etapa en la que, como dije, todo es nuevo, y no les da miedo probarlo. Seguramente tendrán una opinión muy clara de si les agrada o no cuando lo hayan hecho, pero en tanto, estarán dispuestos a estirar la mano para acariciar ese gato, abrir la boca para saborear la mandarina, escuchar los primeros acordes de esa canción. Un bebé no tiene prejuicios, y así su vida es mucho más rica y feliz que la de los adultos.


8. Todo puede esperar. Escena típica de mamá-esposa desesperada: tienes prisa por salir, porque se hace tarde para una cita con el pediatra, y no estás ni cerca de estar lista. Todavía en chanclas de baño, contestando un correo urgente, y aún tienes que cambiar el pañal y la ropa del bebé. Y el bebé en cuestión quiere jugar, y se mata de la risa de ver a mamá hacer fiestas para que se anime a cambiarse. Esa risa amerita mandar todo a la porra y ponerse a jugar. El pediatra será un profesional muy ocupado, pero escuchar la risa de tu bebé siempre será más importante. Son minutitos que así como vienen, se van.

9. Guía con el ejemplo. Creo que esto se ha dicho incansablemente, pero cuando tienes un bebé lo entiendes de verdad. Como todos los mamíferos, los humanos aprenden por imitación. Desde los primeros meses, ellos te están observando y te están aprendiendo. Así, de pronto sorprendes a tu pequeño de dos o tres meses haciendo tus mismos gestos. Sospecho que esto seguirá hasta bien entrada la vida de Amelia: ella me va a mirar, me va a aprender y me va a imitar. Eso me anima a tratar de darle un buen ejemplo.

10. Hay que divertirse. Un bebé es todo risas y diversión… hasta que hay que darle gotitas para la fiebre, o sacarle los mocos con una perita, o nebulizarlo. Uno de los consejos de mi madre fue hacerle pasar por juegos todas las cosas desagradables. A veces funciona, aunque confieso que a veces no se deja engañar, pero por lo menos, lo intentamos. Pero el punto es justamente que, en la vida, hay que divertirse, aun en los malos momentos. Tomarse la vida demasiado en serio es la receta segura para no vivirla a plenitud. Así lo creo.

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