martes, 16 de diciembre de 2014

Repetición, repetición, repetición


He recibido muchos tips y consejos de mi abuela, mi mamá, mis tías y otras mamás y papás cercanos, pero confieso que la mayoría de mis intuiciones sobre la maternidad son justamente eso: intuiciones, algunas de ellas derivadas de mi convivencia con, ¿qué creen? Perros y gatos.
A mí, en general, ni me espanta ni me hace sufrir pensar que somos animales, y como tales, tenemos conductas que son, algo o mucho, similares. Y aunque tampoco comprendo a cuenta de qué vienen algunos comportamientos, he logrado identificar algunas similitudes entre nosotros y los peluditos de compañía.

Una de estas similitudes es el aprendizaje por repetición. No voy a hablar ahora del sistema educativo que me formó y me deformó, pero recuerdo bien las planas eternas que había que llenar con palabras difíciles, para lograr escribirlas correctamente. Y qué decir de las tablas de multiplicar. Y cuando era ya mayor, practicando artes marciales, repetir los ejercicios una y otra vez era el camino a su perfeccionamiento.

Del mismo modo, nuestros perros y gatos aprendían la vida en casa de esa forma. Comer a la misma hora, de la misma forma y en el mismo lugar, todos los días, era crucial para evitar peleas por la comida (siempre tuvimos muchos perros y gatos y esa disputa es típica). Tener rutinas les da a los gatos mucha seguridad, y tener un horario para juegos ayuda a que los perros derrochen energía y, en general, se porten bien.

Esa idea de la repetición me ha funcionado con Amelia. Todos los días se sienta a la mesa, se pone el babero y come. Luego se lava la cara y los dientes, aun desde antes de tener dientes (para eso usaba un dedalito de higiene y masaje oral de Nuby). Todos los días se baña antes de dormir y todos los días toma la leche antes de la siesta. Repetición, repetición, repetición.

Podrá ponerse monótono, a veces (quien tenga un bebé de 18 meses sabe que eso es casi imposible), pero ella ya la tiene clara: si le digo que vamos a almorzar, va y se para junto a la sillita; si le digo que hay que lavarse, se pone al pie de la escalera; si se acerca la hora de la leche, la pide. Eso me facilita las cosas, porque por lo menos para esas cosas monótonas y rutinarias de la vida, como comer y asearse, no tengo que andar corretéandola por todas partes. Para todo lo demás, sí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario