viernes, 20 de septiembre de 2013

Ser mamá no es fácil

Ser mamá no es fácil.
Me percato de que, en aras de comprendernos tantito mejor, debo ser más precisa.
Ser mamá primeriza de tiempo completo no es fácil.
Soy una mamá post moderna, post metafísica, post científica y post graduada (o lo seré si y cuando termine la tesis), y todo lo anterior sólo significa que estoy en mis treintas siendo mamá por primera vez, lo cual a su vez significa que no metí las patas a mis veintes, que le dediqué tiempo a una carrera que a honras de la verdad no me redituó en nada, y que me pegan las desveladas mucho más, porque, seamos francos, un cuerpo de treintaitantos no se recupera tan rápido o tan bien como uno de veintitantos, sea que se vaya una de parranda o se quede despierta toda la noche tratando de calmar el cólico de un bebé.
Aquí debería aclarar que me siento muy feliz, antes de que, mi marido y mi mamá por delante, me digan que tú te lo buscaste, era lo que vos querías, no te puedes quejar si es lo que elegiste, etcétera, etcétera, como si uno supiera qué es lo que quiere cuando lo quiere y no cuando lo tiene. Aclarado el punto de que me siento en realidad feliz con mi Conejita, déjeme, querido lector, terminar la idea que me trajo aquí en primer lugar.
Ser mamá no es fácil. Todo mundo te podrá soltar la misma diatriba: las desveladas, la angustia, la frustración, el dolor de cuerpo y de alma, valen la pena sólo por ver a tu niño o niña sonreír.
Y sí, podría decir que sí, no me malentiendan. Pero no sé por qué habría de poner sobre los hombros de mi Conejita el peso de las desveladas, la angustia y todo lo demás, si ella en realidad no tiene la culpa de ellas. La culpa no sé de quién sea, pero a mí nadie me dijo que tener que aprender a dormir en episodios de tres horas, cuando mucho, y hacer esto y aquello para calmar un cólico iba a provocarme semejante estrés. Cómo no me va a estresar, si, hasta donde yo sé, cada planta que he tenido se ha muerto, cómo no me va a angustiar cada nuevo remedio para el dolor de panza de mi Conejita –que si las gotitas, que si el masaje, que si ponla de panza, que si la mamila–. Pero bueno, sigue viva, así que creo que tampoco lo estoy haciendo tan mal, y he ahí un dato para relajarse tres minutos, antes de que vuelva a despertar.
Ser mamá no es fácil. Espero que para mi Conejita, ser hija sí lo sea.

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