miércoles, 25 de septiembre de 2013

Soy como cualquier mamá

Soy como cualquier mamá: pienso que deberían darme aplausos de pie por haber hecho una hija tan bella. Y como cualquier mamá postmoderna, me vuelco sobre Google cada vez que tengo una duda sobre las cosas que le pasan a mi Conejita (esto, por supuesto, después de que todas mis tías, mi abuela, mi madre, mi suegra, amigas y conocidas me han dado su opinión, solicitada o no). Creo que es algo muy natural el tener preguntas y dudas, y es muy sano tratar de encontrar las respuestas en alguna parte. Pero el único consejo que he escuchado por todos lados es que seguir a mi instinto es usualmente lo mejor.

Por supuesto que esto del instinto es totalmente surreal cuando el o la bebé está berreando a las tres de la mañana, y lleva así más o menos una hora, y una siente en la espalda el peso del bebé, de la siesta que no tomó porque había que aprovechar que el bebé dormía para lavar los platos y comer alguna cosa, y del dolor de cabeza que resulta después de escuchar los adorables chillidos por tanto tiempo. En esos momentos, no hay instinto que valga, y tampoco hay consejo que sirva (porque claro, todo el que quiere ofrecerlo lo hace cuando la crisis ha pasado), y mucho menos está el buen Google, porque aunque ser mamá es aprender a hacer todo con una sola mano, un bebé histérico no es precisamente la persona más paciente y no espera a que una consulte el famoso buscador y sus millones de hits para la cuestión “mi bebé no se calla”.

En una de esas ocasiones, recuerdo haber probado de todo: le di teta, le di biberón, la paseé, la arrullé, la cambié, le canté, me callé, me paré, me senté, prendí la luz, la apagué, la tapé, la destapé, y nada, Amelia seguía histérica. Agotado el sentido común, hice lo último que se me ocurrió: la envolví apretadita como un taco y la arrullé.

Resulta que alguna vez me suscribí a algunas páginas para nuevas mamás (y no tan nuevas), y en alguna mencionaron ese recurso, pues a algunos bebés les da seguridad y tranquilidad el sentirse apretaditos, como en el útero materno. Como recordé haberlo leído alguna vez, lo hice y funcionó, menos mal.

Así que, muy bien, el instinto está bien, pero en nada duele documentarse un poco. Esas páginas especializadas traen muchísimos tips muy útiles, y prestar oídos a lo que nos dicen parientes y amigos tampoco duele tanto. Finalmente, otro buen recurso es el pediatra, si uno tiene suficiente caradura como para llamarlo por cualquier estornudo (yo no, es en realidad mi último recurso).

Por lo pronto, aquí unos sitios recomendables:

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