martes, 1 de octubre de 2013

Hay días y días


Hay días en los que ser mamá es una delicia. Me encanta despertar por la mañana y verla dormidita, tan tranquila, a mi lado. Adoro despertarla y mirar cómo abre los ojitos y me sonríe cuando le doy los buenos días y la llamo. Me fascina pasar tiempo con ella y observar cómo se bebe el mundo porque todo le parece nuevo, como recién creado sólo para ella. Darle la teta es genial, más ahora que ha descubierto sus manitas y me acaricia las mías mientras come. Me vuelve loca de felicidad cuando se carcajea mientras jugamos, y es un deleite ponerla en el fular y salir a pasear con ella, sintiendo su cuerpecito contra el mío mientras ella mira todo lo que pasa alrededor nuestro.

Pero hay días como hoy en los que me toco una oreja y no me alcanzo la otra, porque mi Conejita, al parecer, tiene un catarro que la trae molesta y no para de llorar y ya no adivino ni qué quiere, ni cómo lo quiere, ni cuándo. Es de esos días en los que quiero llorar a la par de ella, pienso que qué diablos estaba pensado, que ser mamá es una realidad que me sobrepasa y que quiero descansar, porque mis días son iguales uno al otro y no paro, no tengo tiempo ni de cortarme las uñas (aunque sé que podría lastimarla por traerlas largas), y todo lo que quiero son veinte minutos para darme un baño y tranquilizarme, porque estoy segura de que yo la pongo todavía más histérica.

Pobre Conejita. Ojalá se acaben los días como hoy.

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